Aquel hombre no vestía ropa de marca, ni trajes costosos, nada de lo que usaba lo hacía ver interesante ni mucho menos parecía representante de algún reino.
Todos en aquella región escucharon que él vendría, y que traería la libertad que representaba su reino. Esperaban a un hombre que se enfrentaría a todo el sistema político de ese tiempo, el yugo opresor debía caer, y el pueblo esperaba a su libertador, esperaban a un guerrero, al más violento de todos.
Él era todo menos lo que ellos esperaban, el pueblo había diseñado su propia imagen de libertador. Hacía cosas nunca antes vistas, todo lo que él hacía no era terrenal, era sobrenatural. Aunque lo seguían y experimentaban todo el poder que emanaba de él, fueron pocas las personas que lo reconocieron. Él no era solo el representante del reino Él era el REY. Y el vestido de realeza que usó en su paso por la tierra eran sus maravillosas acciones y su inigualable sacrificio.
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Sí, se trata de Jesucristo. Escribir el relato anterior me hizo pensar en varias cosas que es necesario poner en práctica en nuestra vida.
1.- ¿Cuántas veces armamos nuestro propio sistema de creencia? nuestras propias estructuras y determinamos cómo y cuándo debe suceder cada cosa, y Dios debe hacerlo tal y como lo hemos planificado. En fin, Él tiene que cumplir las peticiones de mi corazón.
2.- ¿Cuántas veces hemos sido testigos del amor y poder de Dios directa o indirectamente? y aún cuando hemos sido testigos, olvidamos todo cuando algo no salió como quisimos, o cuando no ocurre lo que esperamos.
3.- Definitivamente no se trata de los que externamente "representan al reino", se trata de que el reino gobierne nuestro interior.
Jesucristo más que un ejemplo es la realidad que debemos vivir, todas tus preguntas, todos tus sueños y anhelos encuentran respuesta y cumplimiento en Él. Creo que una de las mayores enseñanzas que puedo sacar del relato es que nuestro vestido de realeza no es para exhibirlo, no se trata de lo que poseemos, definitivamente se trata de lo que damos.
JESUCRISTO DIO TODO DE SÍ MISMO, Y NOSOTROS ¿QUÉ ESTAMOS DANDO?
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