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Mi nueva aventura con Dios

Hola, mi nombre es Ligia pero ahora todos me dicen de cariño: Li; soy Ecuatoriana de nacimiento y corazón, y por ahora, Argentina por residencia, el DNI (documento nacional de identidad argentino) dice residencia permanente, pero la verdad a estas alturas de mi vida con Dios, estos títulos son solo formalidades, porque con Él es mejor estar a la expectativa que quedarse cómodo donde estás.

Ahora quiero simplemente contarte que, sea lo que sea que estés haciendo en este momento en tu vida, revisa, analiza y pregúntale a Dios si eso es todo lo que hay que hacer.  Bueno, eso fue más o menos lo que le dije a Dios unos meses atrás en medio de todo este problema mundial, la pandemia del Coronavirus, ¿por qué le pregunté eso?, porque soy Cardiólogo de Profesión y debido al tipo de trabajo que realizo actualmente, mi lugar en el momento de cierre de actividades laborales a nivel país fue quedarme en casa, en otro momento de mi vida me hubiera tocado estar en la Unidad de Cuidados Coronarios (Terapia Intensiva) haciendo guardias de 24 horas, cuidando y tratando a los enfermos graves del corazón y seguramente también dando una mano a los Intensivistas, porque en sus áreas de trabajo no dan abasto; pero esta vez, no me tocó eso y en algún momento, en los primeros días, al ver por las noticias y por conversaciones con amigos y colegas, me pregunté amargamente: eres médico, ¿qué haces aquí?, y lloré por sentirme impotente, hablé con Dios y le dije: dime ¿qué tengo que hacer? voy y me lanzo a trabajar como antes y luchar como antes entre monitores y respiradores, me siento mal de estar aquí en casa y otros están muriendo o están cansados de trabajar, sin tener la satisfacción de irse del hospital habiendo dejado mejor a los pacientes pues todos están de mal en peor, le dije: ¿qué clase de médico soy?, y Él suavemente me dijo: “esta vez te quiero aquí, en casa, te toca estar acá, este es hoy tu lugar de trabajo”.  Esa palabra secó mis lágrimas y me dispuse a hacer lo que debía, lo cual no sabía qué era, pero lo haría.

Las semanas transcurrieron entre teleconsultas y videollamadas hasta que la ansiedad de la sociedad iba disminuyendo al conocer un poco más sobre esta enfermedad, nos adaptamos y seguimos de a poco y en medio de esa adaptación vinieron nuevas oportunidades, retos en la cocina, re decoración en casa, y cursos online, sí, cursos nuevos que tal vez siempre había querido hacer y por falta de tiempo no había podido; y así empezó una nueva aventura en mi vida, me inscribí en un curso de Lettering (dibujar letras modernas) y desde el primer día fui “Sorprendida por Dios”, pues nunca me imaginé que pudiera hacer algo de dibujo con mis manos, el hecho fue que me encantó y decidí seguir tratando, de paso, era una forma de relajarme entre actividad laboral y actividad doméstica.

Entre vídeo y vídeo que veía sobre el tema, encontré otro curso gratuito de una semana de duración, el cual tomé, bueno, no sabía que este curso tendría algo más que dibujo de letras, fue espectacular, pero lo que me impactó desde el inicio, es lo que la profesora resaltó: “Si somos creadas a imagen y semejanza por un Dios Creativo, pues Él hizo la creación sólo con su palabra, entonces, no puedes pensar que tú no eres creativa”;  eso me hizo un click en la cabeza y recordé en mi época de colegio cuando cursaba dibujo técnico, que yo me esmeraba por hacer bien las tareas (pues estaba acostumbrada a sacar notas excelentes) y el profesor siempre me daba una mala calificación porque él le encontraba errores que me señalaba, que hasta el día de hoy recuerdo que yo nunca encontré los errores, entonces dije: “no soy buena para esto, esto no es lo mío”; hacía mucho que no recordaba esa escena de mi vida y esa noche la recordé y dije: “lo que yo pueda hacer no lo define el hombre sino que lo define el que me creo, y si Él me hizo creativa pues he de poder empezar a caminar con mi creatividad”.  Ahora sé que no sale de la noche a la mañana, pues ha estado guardada mucho, mucho tiempo pero ahí está, en mi diseño original, en mi diseño según Dios.

Y así empecé, y comencé a practicar y aprender, y cuando quise avanzar más, vino una pared en mi camino, el inscribirme al curso pagado, me detuve y pensé: “bueno seguiré viendo de que otra forma aprender pues no estamos en una época donde pueda gastar en algo que no es esencial para vivir”, y te cuento que me entristecí porque venía con todo el impulso, tenía una semana para poder decidir si gastar ese dinero o no, así que en confianza con Dios, lloré un poquito y dije: “en serio quisiera hacer este curso, dime si gasto o no en esto, pues reconozco que lo que tengo debo administrarlo bien, pero sobre todo sé que si no es ahora, me lo darás después”. Y así dije: “gracias por lo que me has dado, amen”.

Decidí esperar una respuesta y al siguiente día (más rápido de lo que esperaba), Dios me regaló el curso, por medio de un familiar cercano, fue sorprendente, pues la forma como Dios hace las cosas es como menos te las esperas.  Te cuento que una semana después de ese evento aún no reaccionaba ante lo que había sucedido. 

Y así empezó de manera formal, mi nueva aventura con Dios, en medio de una pandemia, en medio de la incertidumbre, Dios se acercó a mí de esta nueva forma, a ministrarme por medio de los colores, de las formas, de las frases, de las palabras, lo que nunca pensé que podría hacer, ver o pensar, empecé a hacer, a ver y a pensar, empezó a despertar otros sentidos dentro de mis sentidos, cuando es difícil, lo intento una y otra vez, borro y vuelvo a dibujar, y lo mejor de todo es que tengo claro que esto nuevo viene de Él y es para Él (como en uno de mis versículos favoritos, Romanos 11:36).

Ahora mi tiempo con Dios es diferente, lo que veo cuando oro o canto, o sueño, intento ponerlo en papel y salen cosas que ni yo me imagino y cuando están plasmadas, hasta yo me sorprendo, pero porque sé que no soy yo, sino que viene de Él.  He visto como he mejorado en tan pocos meses (sin afán de ser orgullosa), te repito, me asombro de lo que sale, y cada vez más aprendo que la creación ha sido diseñada para adorarlo (Isaías 43:7).

Te cuento lo último, hace unas semanas, en un momento de oración y adoración íntima, estaba cantando, diciendo: “Todo lo que hay en mi te adora, Amado Rey”; y fue entonces cuando comprendí algo en mi vida, me cayó como un balde de agua, y así es como me gusta recibir su revelación porque me asegura que es Él, je je. Comprendí que no solo lo que yo creo que sirve para su servicio es lo que realmente tengo, hay cosas que nuestra mente no entiende que tenemos y necesita de esa revelación de Dios para que las veamos; te lo explico: hace unos años yo pensé que el único talento (parábola de los talentos) que tenía era cantar, o por lo menos no lo hacía tan mal, así que en obediencia fui a estudiar canto, estuve 5 años estudiando música y canto hasta que me gradué de Instituto Canzion (esa es otra historia); pero en ese momento de adoración íntima hace unas semanas, Él me mostró que en ese tiempo, hace varios años, eso era lo que yo creía que tenía, pero ahora Él me mostró lo que  tengo, y que me lo ha dado por años, y este era el tiempo para que yo lo viera. Vi mis pies y mi cuerpo (estudie y me gradué de danza desde los 5 hasta los 20 años), vi mi boca (estudie y me gradué de música y canto por 5 años), vi mi cabeza y mi cerebro (estudie y me gradué de Medicina y Cardiología, ya no se por cuantos años, hasta la actualidad), vi mis manos (estoy estudiando el arte de dibujar letras) y lo entendí como un todo, “tienes todo esto para adorarme”, rompí en un llanto de adoración y agradecimiento pues cuando el enemigo trata de quebrarte en tu identidad, Dios te la devuelve multiplicada y te lleva más cerca de su corazón, a un lugar donde solo quieres amarlo de todas las formas que te sea posible.

Por eso, quiero sugerirte unas cuantas cosas:

Cuando sientas que no tienes propósito, que no tienes dirección y que no sabes para qué estás en este mundo, habla con Dios, habla con Él y encontrarás respuestas, a veces de a poco, pero espera, Él te completará todo lo que necesites saber.

Cuando la gente en el mundo quiera decirte quién eres o lo que vales, no los escuches, solo escucha a Dios que es el único que sabe lo que vales y quién eres, porque Él te hizo con sus propias manos y sopló aliento de vida de su propio aliento.

Cuando no sepas que decisión tomar, respecto a cualquier tema, acude a Dios pues Él es el camino.

Rompe en llanto o rompe en adoración en su presencia pues Él siempre sabe lo que necesitas, y anhela que tú te acerques a Él para conversar.

Lo que tú ves acerca de ti, bueno o malo, es nada, comparado con lo que Dios ve en ti, acércate a Él.

Vivir con Dios, reír y llorar con Él, no es lo mismo que hacer una vida sin Él.

¡Dios te bendiga!




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